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Mis Zapatos, Mi Identidad: Un Paso hacia la Felicidad
Caminando hacia la Autenticidad y la Alegría en un Mundo de Diversidad

Cuando pienso en mi tiempo en Venezuela durante aquellos años de dificultades económicas, una historia en particular siempre viene a mi mente. En medio de la crisis que azotaba al país, yo era un instructor de baile apasionado, dedicado a enseñar a mis alumnos a moverse al ritmo de la música. Sin embargo, había algo que amenazaba mi capacidad para seguir haciendo lo que amaba: mis zapatos.
La economía de Venezuela estaba en un estado crítico, y conseguir un par de zapatos nuevos era un lujo que no podía permitirme. Mis viejos zapatos de baile habían soportado innumerables horas de movimiento, pero ya estaban más allá de su vida útil. Tenían dos huecos en la parte inferior que me hacían sentir la dura realidad de la situación en cada paso que daba.
A pesar de la precaria condición de mis zapatos, sabía que debía seguir trabajando. Así que, día tras día, me ponía esos zapatos agujereados y me dirigía al complejo educativo donde impartía mis clases. Al fin y al cabo, nadie mira la parte inferior de tus zapatos cuando estás bailando.
Un día, mientras estaba en medio de una clase con mis entusiastas alumnos, algo inusual ocurrió. Un camión se detuvo frente a la puerta del complejo educativo y comenzó a descargar cajas y cajas de zapatos. La noticia se corrió rápidamente, y todos corrimos hacia la puerta, esperando encontrar pares completos que pudiéramos usar para reemplazar nuestros viejos y desgastados zapatos.
Sin embargo, cuando abrimos las cajas, descubrimos que todos los zapatos eran impares, una verdadera rareza. Miré con desánimo los zapatos desemparejados en mis manos, pero algo dentro de mí me instó a seguir buscando. Entre los montones de zapatos, finalmente encontré un par que tenía el mismo modelo y talla, pero eran de colores diferentes: uno era negro y el otro blanco.
A pesar de no ser exactamente como los que tenía antes, estos zapatos impares eran un regalo del destino. Eran una muestra de que, en medio de las dificultades, a veces podemos encontrar pequeñas alegrías y momentos de felicidad inesperados. A partir de ese día, bailé con más pasión que nunca, agradecido por mis zapatos únicos y por la determinación que me llevó a no darme por vencido.
Luego, mi viaje me llevó a Colombia, donde estos zapatos finalmente se desgastaron por completo. Pero siempre llevaré conmigo la lección que aprendí en aquel momento difícil: que incluso en medio de la adversidad, debemos aprender a apreciar las pequeñas cosas de la vida. Mis zapatos desparejados me recordarán siempre que la esperanza y la alegría pueden encontrarse en los lugares más inesperados.
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